Todas las canciones hablan de mí, por Eulàlia Iglesias

Oriol Vila y Bárbara Lennie.

Público publica hoy esta crítica de la película de Eulàlia Iglesias:

Las estaciones del amor

EN SÍNTESIS

Ramiro (Oriol Vila) se separó de Andrea (Bárbara Lennie) hace lo suficientemente poco para que todavía le duela y lo bastante para que pueda jugar a enamorarse de otras mujeres. Mientras trabaja en la librería de viejo de su tío, vuelve a vivir con sus padres , comparte cervezas con sus amigos y desempolva sus viejos poemas, Ramiro deambula por Madrid recordando a su viejo amor y encontrando alguno nuevo. Todos los rincones de la ciudad, todas las canciones, todas las poesías… le hablan de sus sentimientos. Comedia dramática que más que la pauta de chico conoce a chica’, circula melancólicamente por las vías del chico intenta olvidar a chica’.

COMENTARIO

Hay directores que ruedan intentado ajustarse a un modelo predeterminado de cine, sea de autor o de género. Sus películas siempre tienen algo de fórmula, están más pensadas que sentidas. Otros, por el contrario, consiguen construir obras intensamente personales que, a pesar de sus posibles errores y sus confesadas referencias, no puedes imaginarte filmadas de otra manera o por otra persona. Jonás Trueba, sin duda, pertenece a este segundo grupo, por mucho que a priori se le pueda o quiera encasillar en el primero. El fantasma del cine de François Truffaut recorre el primer largometraje dirigido por el hijo de Fernando Trueba.

Como el francés, Jonás Trueba resulta un amante del amor que entiende el mundo en clave romántica. Su álter ego en la pantalla, Ramiro, se define como alguien que no encaja en nuestra época, un joven poeta que, como le reprocha un amigo, vive «instalado en la melancolía». Algo de rancio podría tener un filme que parte de estas coordenadas. Pero Trueba encaja esta condición sentimental que parece de otro tiempo dentro de un acertado retrato generacional contemporáneo en una de las comedias del desamor más modernas que se han filmado en este país. Desde su estructura de apariencia fluida pero elaboración compleja, que navega por las diferentes estaciones del amor que vive el protagonista hasta ese final en fuga, ‘Todas las canciones hablan de mí’ está pensada con mentalidad cinematográfica, y no televisiva o literaria.

Es cierto que también se le escapa al director alguna pincelada rancia, sobre todo en el trazo ‘entrañable’ de los personajes secundarios masculinos, tanto ese amigo que habla de sexo cuando quiere decir amor como el tío librero que encarna Ramon Fontserè. Pero la película de Trueba tiene el mérito de estar más cerca de esas apropiaciones personalizadas del cine de Truffaut que incluso consiguen superar a su referente (estoy pensando en el fresco generacional de Arnaud Desplechin sobre la juventud francesa de los noventa ‘Comment je me suis disputé (ma vie sexuelle)’) que del pastiche autoral sin alma propia.

BANDA SONORA

Pocos directores consiguen convertir la banda sonora en un elemento de la construcción dramática del filme. En una película cuyo título es una declaración de intenciones al respecto, las canciones cobran sentido específico. En el universo sentimental de Trueba no resulta extraño oír ‘Crujidos’ de Nacho Vegas en una discoteca. También ‘Canción para follar’, de Aroah, o ‘Inventario’, de Refree, todas del sello Acuarela por cierto; Bill Evans, Bola de Nieve y, en uno de los mejores momentos del filme, el gran Franco Battiato.

EL ACTOR Y LAS ACTRICES

Oriol Vila, actor muy popular en Catalunya por sus apariciones en seriales televisivos, consigue aguantar un papel protagonista que fácilmente podría caer en la autocomplaciencia o en lo cursi. A su alrededor brillan cuatro actrices: BÁRBARA LENNIE, quien tras ‘Los condenados’ vuelve a salir victoriosa de un pulso de larga duración con el primer plano; Valeria Alonso, que ilumina cada secuencia donde aparece; Ángela Cremonte, a quien no costaría imaginar en cualquier película de Eric Rohmer o Arnaud Desplechin, y Miriam Giovanelli, explotando toda su atractivo de lolita.

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